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Lady Paula - Noche de ópera y sexo italomatemático

 
 

Noviembre 2014

Llego a casa a las seis, joder, no está mal, con la semana que he pasado. Hoy he salido antes del trabajo, el acontecimiento lo requiere. Dejo el casco, el bolso y todo lo que llevo encima en el mueble de la entrada. El niño está en casa de mis padres, así que soy libre hasta mañana. Por fin es mi momento. Me sirvo un vaso de Coca-Cola en la cocina. Me dirijo a mi habitación, me quito las botas y me voy hacia el despacho, mi espacio privado. Enciendo el portátil, abro la carpeta de Gogol Bordello, un grupo que he descubierto recientemente y que está de coña. ¿De coña? ¡No, son la rehostia! En serio, menudo descubrimiento. Se trata de una banda de punk gitano de Nueva York, cuyos miembros, en su mayoría, son inmigrantes de Europa del Este. Son buenísimos, utilizan una mezcla de sonidos de acordeón con violín, guitarras, batería, a veces hasta saxofón, tan cañera que te da un subidón automático con escuchar cuatro notas. Por no hablar de las letras que, aparte de reivindicativas, son intensas. Una gente muy peculiar e interesante. El cantante, Eugene Hütz, que canta y compone, es un cuarentón ucraniano que me recuerda muchísimo a Israel, hostia, me pone cachondísima, ¿será posible? Sí, sí… Como Isra, guapura cero, atracción toda. Joder, aunque no soporto las melenas este tío está muy pero que muy follable, además de como una puta cabra.

«Ya sabes que soy el dominante y que me gusta ser yo quien folle, más que mis amantes me follen a mí, pero es que este mamón quiere que lo folle a todas horas, me calienta en cualquier momento y uno tiene un límite, oye»

Me lío un porro y me lo fumo tranquilamente, mientras me tomo mi refresco y escucho la voz sensual y agresiva de Hütz, pensando en el modelito que me va a tocar ponerme, qué pereza arreglarme. He quedado con Rafaela para ir a la ópera. Hace tiempo que compró las entradas. Siempre que voy a algún espectáculo en el Liceu es con él, el muy puto, sabe lo que me gusta.


—Oye, Perra —me dijo hace dos meses, mientras tomábamos algo una tarde—, no hagas planes para el veintinueve de noviembre, te llevo a ver Arabellade Strauss al Liceu —soltó casi ordenándomelo—. Ya tengo las entradas.


—Joder, Rafaela, pero si estamos en septiembre.


—Pues por eso. Por poco no puedo coger los asientos que quería, coño —se quejó entre sofocos, mientras se tomaba su café con leche.


—Qué exagerado eres —expresé riéndome, es una loca dramática e histérica.


—¿Exagerado?

—Sí, muy exagerado. Y lo sabes —Le hice una mueca burlona—. Pero muchas gracias. Sabes que me encanta ir a la ópera contigo.


—Eso si aún sigo vivo —Esta vez mi mueca fue de curiosidad. Sonreí.


—¿Qué pasa? ¿Marcos te está dejando exprimido?


—Exprimido y succionado, vamos, sin nada que sacar ya de dentro —Me partí el culo en su cara.


—Pero si eso te encanta, ¿de qué te quejas? —dije riendo.


—Uy, no me quejo, no me quejo, pero estoy para el arrastre, nena —Puso cara de exhausto, exagerando, obviamente—. Ya sabes que soy el dominante y que me gusta ser yo quien folle, más que mis amantes me follen a mí, pero es que este mamón quiere que lo folle a todas horas, me calienta en cualquier momento y uno tiene un límite, oye.


—Vamos, que ahora va a resultar que no puedes con él —No pude evitar volver a reírme.

«El cantante, Eugene Hütz, que canta y compone, es un cuarentón ucraniano que me recuerda muchísimo a Israel, hostia, me pone cachondísima, ¿será posible? Sí, sí… Como Isra, guapura cero, atracción toda. Joder, aunque no soporto las melenas este tío está muy pero que muy follable, además de como una puta cabra»

Con lo cañero que es Rafaela en el sexo y resulta que su nuevo amante lo tiene agotado. No me lo podía creer. Sin duda, no es a lo que está acostumbrado. Suele quejarse de amantes demasiado pasivos. Esto lo debe de tener tan sorprendido como hecho polvo.


La cuestión es que dentro de un rato disfrutaré de la ópera en Liceu con Rafaela y después vendrá a buscarme mi ardiente Matemático. Joder, con la tontería ya llevo un año follándomelo. Y qué falta me hacía una dosis continuada de buen sexo. Quién me iba a decir a mí que acabaría teniendo un amante. Un amante rubio y de pelo largo, sí, la antítesis de lo que siempre me ha gustado, pero un hombre que me aporta todo lo que ahora mismo necesito y quiero.


No tengo ni idea de qué ponerme esta noche. Debo arreglarme, con lo que me gusta... Por lo menos voy depilada, que ya es mucho. Si me viera la madre de Lex, con las broncas que me echaba siempre por los pelacos que llevo, ni se lo creería. Ahora me depilo más a menudo porque me apetece, porque me gusta sentir las manos del matemático acariciar mi piel sin pelos, si no, seguiría con mis pelambreras hasta que me diera la gana. Y, actualmente, hasta me estoy poniendo bragas un poco más monas que mis bragas desfrodisíacas, como las llama Alexia, aunque no es la lencería estupenda que usan Lo, Bet o Lex, porque yo no soy de llevar esas cosas. Que me haya comprado ropa interior un poco más bonita ya es todo un acontecimiento.


«Creo que me voy a poner ese, medias negras, unos zapatos de salón de tacón bajo, un minibolso negro a conjunto, y el abrigo largo, también negro. Es suficiente. Tengo que ir en moto, así que más vale no pasarse.»

Tengo un vestido negro hasta la rodilla, estrecho y sin mangas, atado en el dorso con unas tiras finas, a simple vista es normalito pero, cuando te das la vuelta, la espalda descubierta le da un toque sugerente. Me lo compré para una boda. «Un básico», dijo Bet antes de ver la parte trasera. Todavía me estoy partiendo el culo.


En mi vida había escuchado esa palabra para describir una pieza de ropa, la cual, según mi amiga, es una prenda que te sirve más o menos para todos los acontecimientos, dependiendo de los complementos con la que la acompañes. Qué puesta está Bet en cuestiones de moda, yo no tengo ni idea y me la suda, la verdad. Creo que me voy a poner ese, medias negras, unos zapatos de salón de tacón bajo, un minibolso negro a conjunto, y el abrigo largo, también negro. Es suficiente. Tengo que ir en moto, así que más vale no pasarse.


Gozo de Arabella como todas las veces que mi querido Rafaela me lleva a la ópera. En el descanso, mi amigo me cuenta su noche de desenfreno con su amante, me descojono con sus exageraciones. Sin duda, Marquitos tiene a Rafaela totalmente exprimido y él, aunque lo disfruta, como no está acostumbrado, se aturde, se sofoca y se pone nervioso, pero en realidad le encanta.


Al salir del Liceu, mi Matemático italiano me está esperando al otro lado de la calle. Joder, su mirada me penetra en cuanto me ve desde donde está, apoyado en el asiento de su moto. Advierto en sus ojos que le gusta lo que ve. Vaya, debo de estar guapa de verdad. Tras las presentaciones y una corta conversación, Rafaela se marcha a su casa a encontrarse con su amante saca jugos y yo me voy con el mío para que me empache de su sexo.


Una vez en casa del hombre que hoy en día me aporta lo que necesito, me quito la ropa de abrigo, dejo el bolso y la bolsa en la que llevo una muda y mis cuatro cosas de aseo sobre la mesa del comedor. Sonrío a mi rubio de pelo largo, al pillarlo contemplándome.


—Paula, hoy estás preciosa —Su mirada recorre mi cuerpo entero y regresa a mis ojos.


—Pero si este vestido es muy normalito —Mi boca esboza una sonrisa socarrona.


—Ya, ya. Muy normalito. Pero en tu cuerpo… ¡Madre de Dios!


—Eso es porque no estás acostumbrado a verme arreglada.


—Será eso…

«¡Me va a matar de placer, aquí encima de la mesa! Noto sus dedos introducirse dentro de mi sexo, y con el vaivén de esa lengua mojada y fogosa, me lleva hasta el orgasmo enseguida»

A la vez que pronuncia esa frase el azul cristalino de sus ojos se transforma en candente, me sonríe con lascivia. ¡Hostia, cómo me pone! Mi italiano se acerca a mí, noto su respiración ya excitada, lo que aumenta la mía. Sus labios tocan los míos y los recibo con ansia. Lo deseo, me muero por que me envuelva con todos sus números, me embriague de fórmulas químicas, cuadráticas y moleculares, me inyecte todo su material genético y me mate de placer. ¡Ya estoy a cien! Nos besamos con el arrebato de no habernos visto en toda la semana, sus manos comienzan a recorrer mi cuerpo palpando el vestido. Aprieta mis carnes excitado, me recorre entera como si trazara un ocho, un cinco, hasta una raíz cuadrada. Yo no puedo evitar meter mis manos por debajo de su ropa, acariciar esa piel suave que tan caliente me pone y apresar su probeta ya dura y encendida.


Sin pensárselo, me sube el vestido hasta las caderas, palpa bien mi culo, me agarra de las nalgas y me sienta sobre el borde de la mesa con ímpetu, sin dejar de besarme en la boca y el cuello. ¡Joder! Me desabrocha el vestido y me lo quita sin miramientos. Sus labios alcanzan mis hombros, pasan por la clavícula hasta llegar a los pechos, hoy en día algo caídos y pequeños, pero me da igual, he sido madre, ¡¿qué coño?! Soy una fórmula magistral y desarrollada, a estas alturas ya algo madura, así que mis componentes también lo son, y a quien no le guste, que no toque. Gozo de su lengua húmeda, que juguetea con mis pezones, y de sus prodigiosas manos decididas a acariciarme los pechos. Le quito la camiseta. Ya estoy a mil.


Incitado por una efusión incontrolable, mi Matemático aparta todo lo que hay sobre la mesa y lo tira al suelo sin importarle qué. Me tumba boca arriba y me besa con tanto ardor que casi me quema con los labios cual mechero Bunsen sacando fuego a todo trapo, yo recibo su boca derritiéndome del estremecimiento como un reactivo químico y jadeando sin poder parar, mientras él ya ha llegado a mi templo expectante, que anhela su boca. Mi amante me come el coño como tanto me gusta y yo disfruto de su lengua. ¡Me va a matar de placer, aquí encima de la mesa! Noto sus dedos introducirse dentro de mi sexo, y con el vaivén de esa lengua mojada y fogosa, me lleva hasta el orgasmo enseguida.

«No sé a dónde me va a llevar esta relación y no quiero ni pensarlo, la verdad. Es más que obvio que en algún momento deberemos hablar de ello. Con la tontería llevamos un año follando. Sí, follando. No quiero decir que es otra cosa, pero está comenzando a serlo, de hecho lo es desde el principio. Sin ser una relación es algo»

Me incorporo un poco y desabrocho los pantalones de mi italiano en dos segundos, se los bajo y también hago lo mismo con los calzoncillos. Agarro su polla, esa probeta que me vuelve loca, la toco, la manoseo y la degusto durante un rato.


—Un condón, vamos… —le digo ansiosa.


—Voy —Saca su cartera, coge un preservativo y se lo coloca rápidamente.


Sin vacilar, lo aferro hacia mí, sujetándole bien el culo, e introduzco su empinada probeta dentro de mi tubo abierto y empapado. Yo sentada sobre la mesa del comedor y él de pie, disfrutamos de nuestros movimientos armonizados, convirtiéndonos en fórmula química, a la vez que nos besamos y nos lamemos enteros, provocando una explosión de átomos gigantesca. Vuelvo a correrme y grito al hacerlo, sin ninguna contención.


¡Joder! Este hombre me mata de placer. Tras mi último orgasmo nos pasamos un buen rato follando de pie contra la pared y luego en el sofá. No sé ni cuántas veces me he llegado a correr. Él también ha explosionado, mientras me miraba a los ojos, como siempre. Le encanta correrse mirándome.


Tras comer algo, fumarnos un porro y charlar un rato nos quedamos dormidos en su cama.


No sé a dónde me va a llevar esta relación y no quiero ni pensarlo, la verdad. Es más que obvio que en algún momento deberemos hablar de ello. Con la tontería llevamos un año follando. Sí, follando. No quiero decir que es otra cosa, pero está comenzando a serlo, de hecho lo es desde el principio. Sin ser una relación es algo. No me atrevo o quizá simplemente no quiero hablar del tema con él. No quiero intimar tanto. Pero reconozco que nos contamos intimidades, si algo le preocupa me lo comenta o se lo noto, ya nos conocemos bastante. Tengo asumido que es una relación con fecha de caducidad,  estoy mentalizada. Se acabará dentro de un año, cuando él se vaya. No quiero nada más que lo que tenemos, aunque reconozco que cada vez va a más. No voy a decir que no siento nada, mentiría. No sé... Vuelvo a divagar, pero esta vez tengo muy claro lo que quiero y lo que es más importante, tengo clarísimo lo que no quiero y no pienso aguantar nunca jamás. Estoy muy a gusto con la vida que llevo ahora mismo, no quiero que nada me la estropee. Ya me he comido suficiente mierda durante todos los años que mi ex me ha amargado la existencia. Eso se acabó. Punto y aparte. Por fin. Aun teniendo al niño que me ata a él de por vida —una desgracia que va a ser eterna—, en cuanto firme los papeles del divorcio, podré pasar página de verdad. Hoy en día soy más Paula que nunca, soy más yo que jamás en mi vida y así quiero que siga siendo. Punto y final.

 
 

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