
Soy una voz
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30 diciembre, 2018Lady Lorena - Caperucita y el Lobo

Ilustración Yigit Koroglu
Son las once y media. Tras aparcar el coche, me dirijo a pie hasta el sitio elegido, un local Swinger al que suelo acudir con el Lobo. Esta mañana lo he llamado y le he dicho que Caperucita necesitaba liberarse del estrés de toda la semana. No me ha hecho falta decirle mucho más.
Al llegar a la entrada del local, saludo al hombre que acostumbra a estar en la puerta, ya me conoce, sabe que aunque entre sola voy acompañada. Pago y me introduzco en el mundo de la imaginación y de la acción.
Una vez dentro, me quito el abrigo y lo dejo en mi taquilla. Hoy soy la Caperucita bribona de mi Lobo fiero. Una Caperucita con corsé de satín rojo de costuras negras, atado a la espalda con cordones, falda encarnada hasta los tobillos, de vuelo y un corte insultante en el lado izquierdo que empieza casi en la ingle, medias de liga negras, liguero y bragas a conjunto, sin poder faltar la capa, exactamente de la misma tela y color, larga hasta los pies. Hoy soy una Caperucita con Christian Louboutin de charol negro, tacón escandaloso y suela roja. Hoy… la fiera también voy a ser yo.
Al llegar a la entrada del local, saludo al hombre que acostumbra a estar en la puerta, ya me conoce, sabe que aunque entre sola voy acompañada. Pago y me introduzco en el mundo de la imaginación y de la acción.
Una vez dentro, me quito el abrigo y lo dejo en mi taquilla. Hoy soy la Caperucita bribona de mi Lobo fiero. Una Caperucita con corsé de satín rojo de costuras negras, atado a la espalda con cordones, falda encarnada hasta los tobillos, de vuelo y un corte insultante en el lado izquierdo que empieza casi en la ingle, medias de liga negras, liguero y bragas a conjunto, sin poder faltar la capa, exactamente de la misma tela y color, larga hasta los pies. Hoy soy una Caperucita con Christian Louboutin de charol negro, tacón escandaloso y suela roja. Hoy… la fiera también voy a ser yo.
Me adentro en la sala de copas y baile. Mi imagen llama tanto la atención que todas las miradas se posan en mí. ¡Cojones, qué poder de atracción, Lorena! Me acerco a la barra y me quedo en una esquina.
—Un Gintonic, por favor —Le pido a Damián, el camarero que suele estar en la barra y a quien conozco desde hace un tiempo —. Ya sabes cómo me gusta.
—Impresionante modelito, Caperucita —Me guiña un ojo y empieza a prepararme la copa —. ¿Has encontrado ya a tu Lobo?
—Todavía no, pero ya debe de estar aquí —Le lanzo una sonrisa ladina.
Doy un sorbo a mi bebida y recorro toda la sala con mi escáner en busca de mi Lobo acechador. Percibo que hay muchos ojos escaneándome a mí. Me gusta. Me pone cachonda. Me detengo en algunas miradas interesantes, femeninas y masculinas, exploro a sus dueños, sonrío bribona. Algunos son realmente sugerentes.
—Un Gintonic, por favor —Le pido a Damián, el camarero que suele estar en la barra y a quien conozco desde hace un tiempo —. Ya sabes cómo me gusta.
—Impresionante modelito, Caperucita —Me guiña un ojo y empieza a prepararme la copa —. ¿Has encontrado ya a tu Lobo?
—Todavía no, pero ya debe de estar aquí —Le lanzo una sonrisa ladina.
Doy un sorbo a mi bebida y recorro toda la sala con mi escáner en busca de mi Lobo acechador. Percibo que hay muchos ojos escaneándome a mí. Me gusta. Me pone cachonda. Me detengo en algunas miradas interesantes, femeninas y masculinas, exploro a sus dueños, sonrío bribona. Algunos son realmente sugerentes.
«—¿Buscas al Lobo, Caperucita?
—No… El Lobo me acecha... Lo he visto... Busco a un leñador —Mis ojos le dan un repaso. Doy otro sorbo a mi Gintonic—. Y puede que también quiera a una princesa —Le sonrío.
—Vaya… Eres una Caperucita con las cosas claras.
—Muy claras.
—¿Te sirvo como leñador? —Me ofrece una sonrisa maliciosa que me produce poco interés.
—Todavía no lo sé…»

Localizo a mi Lobo sentado en un sofá de un rincón de la sala. ¡Me cago en su madre! Su aspecto me provoca un hormigueo en la entrepierna; camisa negra, ceñida al cuerpo, vaqueros estrechos del mismo color y zapatos de cordones también negros, el pelo oscuro y canoso, medio revuelto, elegante pero informal. Lobo malo, mi Lobo sexy.
Me mira de lejos, sus hondos ojos azul intenso recorren mi silueta, se muerde el labio inferior. Inclina levemente la cabeza y alza su copa para saludarme. Ha empezado el juego. ¡Cojones, ya me estoy poniendo mala!
Decido echar hacia atrás la capucha de la capa y mostrar mi rostro, con un movimiento de cabeza, mi melena se revuelve. Noto más miradas que me penetran. Bebo de mi copa, a la vez que aparto la capa con sutileza con la mano que tengo libre y dejo entrever mi figura. El Lobo clava sus ojos en mí, una ligera sonrisa se traza en sus labios. Disfruta viendo cómo los demás me observan.
Doy otro trago a la bebida, miro a mi alrededor. Se me acerca un hombre no demasiado alto, trajeado, de pelo corto castaño, rostro cuadrado y la mandíbula muy marcada. No está mal, pero no es lo que me apetece.
—¿Buscas al Lobo, Caperucita?
—No… El Lobo me acecha... Lo he visto... Busco a un leñador —Mis ojos le dan un repaso. Doy otro sorbo a mi Gintonic—. Y puede que también quiera a una princesa —Le sonrío.
—Vaya… Eres una Caperucita con las cosas claras.
—Muy claras.
—¿Te sirvo como leñador? —Me ofrece una sonrisa maliciosa que me produce poco interés.
—Todavía no lo sé… No he visto demasiado de lo que hay por este bosque.
—¿Puedo invitarte a una copa, Caperucita?
—No —respondo rotunda, a la vez que revuelvo mi melena rojiza y mis ojos apuntan al Lobo, que sigue observándome desde lo lejos—. Gracias, caballero. Pero… voy a dar una vuelta. Si me disculpas —Cojo mi copa y empiezo a caminar hacia el otro lado de la sala, contoneando el culo y apartando la capa hacia un lado con un brazo.
—¿Puedo acompañarte, Caperucita? —El tío me ha agarrado la muñeca para tirar de mí y acercarme hacia su cuerpo.
—No —Suelto mi brazo de inmediato con un movimiento brusco—. Quiero explorar el bosque yo sola.
—No seas así. Deja que te acompañe a recorrerlo.
—Creo que no vas a servirme como leñador —sentencio seria.
—Vaya… es una pena —Hunde sus ojos en todo mi cuerpo, me recorren entera—. Eres la Caperucita más sexy, sensual y apetecible que he visto nunca. Te daría bien en ese culo. No pareces necesitar a un leñador que te salve del Lobo —El Lobo se levanta del sofá y se aproxima para observar a Caperucita, aún apartado pero desde más cerca, ahora, apoyado en una columna.
—No necesito al leñador para que me salve del Lobo, tío, quiero a un leñador para que mire mientras el Lobo me folla. Quiero a un leñador que toque, que también me folle, que se folle a la princesa. Que nos coma el coño a las dos y que me deje hacerle lo que me dé la gana. El Lobo acecha y manda. Caperucita elige con quien. Si me disculpas —Vuelvo a darle la espalda al tío plasta.
—Eres exigente, Caperucita. Me gustas —afirma insistente.
—Soy exigente. Tú no me gustas. Adiós —Me largo dando golpes de cadera, sé que el hombre me está mirando sin poder remediarlo.
Me dirijo hasta el otro lado de la sala, donde hay una barra grande y ovalada. Me acomodo en uno de los taburetes. Los sofás en los que estaba el Lobo quedan a mi espalda. Varias personas están sentadas en taburetes frente a la barra o en dichos sofás, charlando y tomándose su copa. Otros pocos bailan en la pista con movimientos eróticos y sensuales. Me quito la capa y la sostengo en el brazo, junto con el bolso. Muchos me observan, percibo la seducción y la excitación que desprendo.
Me mira de lejos, sus hondos ojos azul intenso recorren mi silueta, se muerde el labio inferior. Inclina levemente la cabeza y alza su copa para saludarme. Ha empezado el juego. ¡Cojones, ya me estoy poniendo mala!
Decido echar hacia atrás la capucha de la capa y mostrar mi rostro, con un movimiento de cabeza, mi melena se revuelve. Noto más miradas que me penetran. Bebo de mi copa, a la vez que aparto la capa con sutileza con la mano que tengo libre y dejo entrever mi figura. El Lobo clava sus ojos en mí, una ligera sonrisa se traza en sus labios. Disfruta viendo cómo los demás me observan.
Doy otro trago a la bebida, miro a mi alrededor. Se me acerca un hombre no demasiado alto, trajeado, de pelo corto castaño, rostro cuadrado y la mandíbula muy marcada. No está mal, pero no es lo que me apetece.
—¿Buscas al Lobo, Caperucita?
—No… El Lobo me acecha... Lo he visto... Busco a un leñador —Mis ojos le dan un repaso. Doy otro sorbo a mi Gintonic—. Y puede que también quiera a una princesa —Le sonrío.
—Vaya… Eres una Caperucita con las cosas claras.
—Muy claras.
—¿Te sirvo como leñador? —Me ofrece una sonrisa maliciosa que me produce poco interés.
—Todavía no lo sé… No he visto demasiado de lo que hay por este bosque.
—¿Puedo invitarte a una copa, Caperucita?
—No —respondo rotunda, a la vez que revuelvo mi melena rojiza y mis ojos apuntan al Lobo, que sigue observándome desde lo lejos—. Gracias, caballero. Pero… voy a dar una vuelta. Si me disculpas —Cojo mi copa y empiezo a caminar hacia el otro lado de la sala, contoneando el culo y apartando la capa hacia un lado con un brazo.
—¿Puedo acompañarte, Caperucita? —El tío me ha agarrado la muñeca para tirar de mí y acercarme hacia su cuerpo.
—No —Suelto mi brazo de inmediato con un movimiento brusco—. Quiero explorar el bosque yo sola.
—No seas así. Deja que te acompañe a recorrerlo.
—Creo que no vas a servirme como leñador —sentencio seria.
—Vaya… es una pena —Hunde sus ojos en todo mi cuerpo, me recorren entera—. Eres la Caperucita más sexy, sensual y apetecible que he visto nunca. Te daría bien en ese culo. No pareces necesitar a un leñador que te salve del Lobo —El Lobo se levanta del sofá y se aproxima para observar a Caperucita, aún apartado pero desde más cerca, ahora, apoyado en una columna.
—No necesito al leñador para que me salve del Lobo, tío, quiero a un leñador para que mire mientras el Lobo me folla. Quiero a un leñador que toque, que también me folle, que se folle a la princesa. Que nos coma el coño a las dos y que me deje hacerle lo que me dé la gana. El Lobo acecha y manda. Caperucita elige con quien. Si me disculpas —Vuelvo a darle la espalda al tío plasta.
—Eres exigente, Caperucita. Me gustas —afirma insistente.
—Soy exigente. Tú no me gustas. Adiós —Me largo dando golpes de cadera, sé que el hombre me está mirando sin poder remediarlo.
Me dirijo hasta el otro lado de la sala, donde hay una barra grande y ovalada. Me acomodo en uno de los taburetes. Los sofás en los que estaba el Lobo quedan a mi espalda. Varias personas están sentadas en taburetes frente a la barra o en dichos sofás, charlando y tomándose su copa. Otros pocos bailan en la pista con movimientos eróticos y sensuales. Me quito la capa y la sostengo en el brazo, junto con el bolso. Muchos me observan, percibo la seducción y la excitación que desprendo.



El Lobo ha avanzado un poco su posición, lo miro, sus ojos, ya azul candente casi eléctrico, me devoran. Hago girar el taburete sobre el cual estoy sentada para darle la espalda y a los pocos minutos lo noto cerca. Siento su respiración en mi nuca.
—Mmm… Caperucita, Caperucita —me susurra al oído—. No has ido a casa de tu abuelita… Te has desviado del camino… Puede que te encuentres al Lobo hambriento en el bosque —El tono de voz ha engravecido. Cojones con el Lobo, acaba de hacer que se me empapen las bragas.
Se marcha, sin más, hasta el otro lado de la barra y se sienta en un taburete. Pide una copa. La calentura en todo mi cuerpo me invade, joder, qué juego más sensual y qué cachonda estoy. La gente me observa, comenta, me sonríe. Estudio mi alrededor, la situación me agudiza los sentidos. Cojo la copa, le doy otro sorbo.
En los sofás hay un grupo de hombres y mujeres tomando algo y hablando. Junto a uno de los hombres veo a una mujer preciosa, una Cenicienta para mi noche. Parece un ángel deseando ser corrompido. Me gusta… Clavo los ojos en el Lobo y acto seguido ladeo la cabeza hacia la pareja, haciéndole una señal. Me detengo en el hombre que tiene justo al lado, lo exploro… ¡Coño, qué interesante es él también! Mmm… Sugestivo. Mis ojos los penetran con descaro, quiero que reparen en que me interesan. Doy otro sorbo al Gintonic.
De pronto, unas manos agarran mi cintura, noto un aliento que no conozco en la nuca y luego en el oído.
—¿Sigues sin encontrar al Lobo, Caperucita? —Reconozco la voz enseguida. Mis manos apartan bruscas de mí aprisa las del hombre que me toca. ¿Qué coño se ha creído este tío? ¿Quién le ha dado permiso para tocarme?
—Pero bueno, tío, ¿tú estás sordo, eres memo o es que directamente quieres un hostión en toda la cara? —le increpo sin gritar, tampoco hace falta liarla—. ¿No te has enterado de que no me gustas? ¡Que paso de ti, coño! A Caperucita no le molas, ¿te queda claro? ¡Y ni se te ocurra volver a tocarme! —Aflora la garra de la Vikinga y la expresión de asombro del hombre evidencia que mis palabras le han pillado por sorpresa.
—Menuda mala leche gastas, mujer, solo pretendía ligar contigo.
—Ya. Pero es que antes te he dejado bien claro que no me interesas. No sé por qué insistes.
—Porque me pareces una mujer fascinante. Menudo carácter tienes.
—Me llaman la Vikinga, ¿hace falta decir por qué?
—No, tranquila —El silencio y mi mirada le revelan que es hora de dejarme en paz—. Ya me voy, ya me voy. Pero que sepas que me pareces fascinante —ladeo levemente la boca y le sonrío al tío plasta. Miro al Lobo, se está riendo por dentro.
—Ya lo has dicho. Pero gracias, hombre —Sonrío de nuevo—. Y te aconsejo no tocar cuerpos si no te han dado permiso —Le doy la espalda al pesado y se va.
—¿Sigues sin encontrar al Lobo, Caperucita? —Reconozco la voz enseguida. Mis manos apartan bruscas de mí aprisa las del hombre que me toca. ¿Qué coño se ha creído este tío? ¿Quién le ha dado permiso para tocarme?
—Pero bueno, tío, ¿tú estás sordo, eres memo o es que directamente quieres un hostión en toda la cara? —le increpo sin gritar, tampoco hace falta liarla—. ¿No te has enterado de que no me gustas? ¡Que paso de ti, coño! A Caperucita no le molas, ¿te queda claro? ¡Y ni se te ocurra volver a tocarme! —Aflora la garra de la Vikinga y la expresión de asombro del hombre evidencia que mis palabras le han pillado por sorpresa.
—Menuda mala leche gastas, mujer, solo pretendía ligar contigo.
—Ya. Pero es que antes te he dejado bien claro que no me interesas. No sé por qué insistes.
—Porque me pareces una mujer fascinante. Menudo carácter tienes.
—Me llaman la Vikinga, ¿hace falta decir por qué?
—No, tranquila —El silencio y mi mirada le revelan que es hora de dejarme en paz—. Ya me voy, ya me voy. Pero que sepas que me pareces fascinante —ladeo levemente la boca y le sonrío al tío plasta. Miro al Lobo, se está riendo por dentro.
—Ya lo has dicho. Pero gracias, hombre —Sonrío de nuevo—. Y te aconsejo no tocar cuerpos si no te han dado permiso —Le doy la espalda al pesado y se va.

«—Menuda mala leche gastas, mujer, solo pretendía ligar contigo.
—Ya. Pero es que antes te he dejado bien claro que no me interesas. No sé por qué insistes.
—Porque me pareces una mujer fascinante. Menudo carácter tienes.
—Me llaman la Vikinga, ¿hace falta decir por qué?»
«Me doy la vuelta y le planto un morreo apasionado, agarrándole bien el culo con una mano y la nuca con la otra. Sé que me estarán mirando. El Lobo es un hombre muy atractivo»

Vuelvo a concentrar toda mi atención en el grupo sentado en los sofás, tanto la mujer como el hombre se han percatado de que mis ojos los devoran, ella le habla al oído a él mientras me miran. El Lobo me acecha, lo tengo justo al lado. Le doy la espada y sigo observando a la gente en la que estoy concentrada, fijo mis esferas pardas en el hombre y la mujer. Un leve ademán con la cabeza efectuado por él me indica que puedo acercarme.
—Caperucita ha elegido a una dulce princesa y a un apuesto leñador —El susurro del Lobo en mi oído desde mi espalda me estremece.
Me doy la vuelta y le planto un morreo apasionado, agarrándole bien el culo con una mano y la nuca con la otra. Sé que me estarán mirando. El Lobo es un hombre muy atractivo, dudo que nadie se lo replantee al ver que estoy con él.
—Caperucita ha elegido y creo que la han correspondido.
El Lobo sonríe ladino, se da la vuelta y se dirige hacia el grupo del sofá. Yo doy un buen sorbo a mi Gintonic y observo cómo lo invitan a sentarse, se saludan e inician una conversación. El Lobo habla con todos, pero se centra en la Princesa y el Leñador. La calentura y el morbo me apresan, solo con pensar lo que les estará diciendo.
El Lobo me mira, su gesto me indica que hay juego…
—Caperucita ha elegido a una dulce princesa y a un apuesto leñador —El susurro del Lobo en mi oído desde mi espalda me estremece.
Me doy la vuelta y le planto un morreo apasionado, agarrándole bien el culo con una mano y la nuca con la otra. Sé que me estarán mirando. El Lobo es un hombre muy atractivo, dudo que nadie se lo replantee al ver que estoy con él.
—Caperucita ha elegido y creo que la han correspondido.
El Lobo sonríe ladino, se da la vuelta y se dirige hacia el grupo del sofá. Yo doy un buen sorbo a mi Gintonic y observo cómo lo invitan a sentarse, se saludan e inician una conversación. El Lobo habla con todos, pero se centra en la Princesa y el Leñador. La calentura y el morbo me apresan, solo con pensar lo que les estará diciendo.
El Lobo me mira, su gesto me indica que hay juego…
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