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Lady Alexia - Hoy somos tres

 
 

Enero 2015


Hoy me espera una noche misteriosa y singular de sexo y desenfreno en la Cueva. Por fin voy a saber lo que es estar con dos hombres a la vez. ¿Qué va a pasar? Quién sabe…


La Cueva es nuestro espacio particular. Se encuentra en la parte subterránea de nuestra casa, justo debajo del garaje. Los antiguos inquilinos la utilizaban como bodega y trastero, pero mi hombre y yo, madre mía, en cuanto vimos aquella sala nos miramos a los ojos y no tuvimos ni que decir palabra, supimos enseguida que aquello era perfecto para una mini disco-sala de lujuria. La zona mide unos treinta metros cuadrados y mi DJ la ha ido acondicionando con el tiempo hasta convertirla en un espacio íntimo y personal en el que no entra cualquiera. Primero montó el mini estudio de música; comenzó acoplando cojines a los bancos de hormigón que sobresalen de las paredes de la estancia, puso luces y flashes en los perímetros, instaló unos buenos altavoces, su equipo de música con la mesa de mezclas y todos sus juguetes para pinchar, iluminación de distintos colores y tipos, más todo lo necesario para hacer del espacio una buena discoteca diminuta. Al cabo de un tiempo decidimos añadirle al espacio una cama de matrimonio. La íbamos a tirar, así que pensamos que era un buen sitio para colocarla, por si algún día teníamos invitados y, por supuesto, para lo que pudiera surgir. Y… vaya por dónde, qué causalidad, la altura de la cama era la misma que la de los bancos, por lo tanto, nos encontramos ante una mega cama. Todo está bien colocado y dispuesto en una única sala, a puerta cerrada, solo para nosotros dos y, como mucho, algún invitado VIP, alguien a quien hayamos decidido darle entrada para unos momentos de festival o de sexo, como esta noche. Hoy… el GatoNegro, es nuestro invitado VIP.

«Nuestro invitado se sienta en una pequeña butaca cerca de la cama y permanece observando, sé que le gusta hacerlo, aguza sus sentidos, le permite conocer más a la pareja con la que va a compartir sexo. Mi hombre se acerca a mí y me besa en los labios con fiereza, sabe que me pone a cien»

Debo sorprender a mi DJ y al hombre que nos va a acompañar. Sé que le gustan los corsés y los modelitos que luzco en las fotos de la página de intercambios. Abro mi armario y decido coger los leggins negros largos de licra que me regaló mi hombre hace muy poco. La tela es muy fina y exquisita al tacto, en los laterales llevan un ribete que se extiende desde la cadera hasta el final del pantalón, donde se entrelaza un hilo grueso formando cruces y unas tres tiras de cuero, dejando entrever la piel de toda la pierna, incluso se vislumbra la tira del tanga, braga que también se transparenta considerablemente en el culo. Como parte de arriba me coloco el corsé de polipiel negro atado por delante con corchetes. Se ajusta tan sumamente bien a mi torso que parezco una vedette. Casi ni me reconozco. Me encantan estos pantalones, por no hablar del corsé, magnífica prenda que, bien colocada y atada, favorece a toda fémina, marcándole la cintura y la silueta a la perfección. En los pies hoy me voy a poner los zapatos negros de tacón alto, son para los momentos de sexo y vicio en casa, con esto no me voy de fiesta ni loca. Para jugar en nuestra Cueva me pongo todo lo que mis pies se atrevan a probar y a aguantar. Porque en un momento de juego, sensualidad y lujuria como este, donde estén unos buenos zapatos de tacón sexis…


Una vez vestida, elijo el collar largo de bolas granates pequeñas, me lo coloco enrollado al cuello en varias vueltas y añado mi anillo de boda en el dedo anular de la mano izquierda, me maquillo a mi estilo, como tanto me gusta a mí y a mi hombre le vuelve loco; maquillaje natural, un poco de colorete, ojos oscuros, máscara de pestañas y, por supuesto, los labios rojos. ¡Guau, Lex! ¿Tú te has visto? Me digo a mí misma.

 

Suena el timbre. Es él… Reconozco que estoy un poco nerviosa, no tengo ni idea de lo que va a pasar. Espero que todo salga bien. Aunque no nos hemos visto nunca, hemos chateado con él unas cuantas veces, tenemos algo de confianza. Espero y deseo que todo fluya.


Nos saludamos e intentamos holgar el ambiente con un poco de música de fondo, una charla agradable y algo de beber. Cuando ya ha pasado más de una hora, tras hablar sobre varios temas interesantes como fotografía, literatura, música o cine, y tomarnos un par de copas, bajamos a la Cueva, donde mi Gentleman lo tiene todo más que preparado.


Una vez abajo, mi DJ le da al play y comienza a sonar la banda sonora de Berlin Calling, de mi queridísimo Paul Kalkbrenner, extasiando a mis oídos y a mi alma con esa música que tanto me pone, por su clase y elegancia, engendrada, cual amado hijo, por este bestial creador musical alemán. No puedo evitar moverme sutilmente.

Nuestro invitado se sienta en una pequeña butaca cerca de la cama y permanece observando, sé que le gusta hacerlo, aguza sus sentidos, le permite conocer más a la pareja con la que va a compartir sexo. Mi hombre se acerca a mí y me besa en los labios con fiereza, sabe que me pone a cien. Me manosea y me lame, yo le correspondo a la vez que bailo con sensualidad.


Al cabo de un rato, se dirige al Gato y le dice algo, yo continúo bailando y disfrutando de ese ritmo melódico y exquisito que penetra por mis oídos transportándome a mi mundo particular. Enseguida noto una tela suave aposentarse en mis ojos. Mi hombre ya me está dejando sin vista, coño, qué morbo. Me quedan otros sentidos, me voy a valer del tacto, del olor, del oído y del sabor… Tentador…

 

«Mi DJ agarra mis manos y me pone las muñequeras, seguidamente me ata a una de las barras con ganchos que cuelgan del bajo techo de la sala. Cuando me tiene a su disposición, sus manos recorren mi silueta palpando todo mi cuerpo, sabe que adoro notar el tacto de sus manos en mi cuerpo, da igual que lleve ropa»

 

Mi Gentleman me da la vuelta y me coloca frente a nuestro invitado, quedándose él a mi espalada. Me da un golpe en el culo con una de nuestras fustas, ¡ay! Luego me acaricia las nalgas. Sigo sin ver pero siento manos que me tocan, los labios de mi hombre saborean mi nuca y, ahora, el hocico del Gato llega hasta mi boca, me besa, una boca nueva me degusta, sus labios carnosos, esponjosos y húmedos exploran los míos con apetito, pero sin ansia ni prisa. Me gusta… El beso continúa acompañado de una lengua que se introduce en mi boca amistosamente, con respeto y dedicación, yo correspondo ese revoloteo, haciendo danzar la mía, deleitándome de un beso juguetón, mientras sus manos no dejan de mimar mi piel, a la vez que las de mi hombre acarician mis pechos, se entretienen con los pezones, me manosean el culo y su boca me besa, lame y absorbe por detrás. ¡Por favor, esto es alucinante, cuánta caricia solo para mí! Mi respiración se acelera.

Mi hombre me libera de los ganchos y, ahora que sí puedo, los toco a los dos. Mi mano derecha agarra la cadera de mi hombre, lo acerco hacia mi cuerpo, mientras la izquierda explora el pecho del Gato. Vaya, no está nada mal el cuarentón. Le quito la camiseta y sigo palpando su piel.

«De repente, siento calor en mi sexo, una lengua cálida y mojada, suave y delicada comienza a jugar con los pliegues y el clítoris de mi carnosa flor. El cosquilleo invade mi cuerpo, transita por toda mi alma. ¡Joder…! No es mi Gentleman… ¡Es el GatoNegro…! Mi garganta emite un sonido gutural profundo, qué placer me está dando este hombre»

 

Mi hombre se deshace de mis pantalones y luego decide quitarme lo que me tapa los ojos y permitirme gozar de la vista. Se vuelve a situar a mi espalda. Mientras desabrocho los pantalones del GatoNegro, mi DJ me coloca las medias de liga y un liguero de encaje negro. Le quito los pantalones y los calzoncillos a nuestro invitado, le acaricio la polla; un rabo de Gato excitado y experimentado. El Gato está desnudo, yo en bragas, medias de liga, liguero y zapatos de tacón. Es hora de desnudar a mi Gentleman. Lo miro con cara de vicio, me acerco a él, lo beso, esta vez le muerdo yo los labios y me aparto bruscamente. Le quito toda la ropa, cual fiera salvaje excitada. Los tengo a los dos desnudos delante de mí, vaya, no está nada mal la estampa. Vuelven a colocarse uno a mi espalda, mi hombre, y el otro delante de mí, el GatoNegro. Noto la piel de ambos hombres, siento sus caricias, me besan, me palpan, uno me devora, conocedor de lo que me gusta, y el otro me explora como un gato intruso y curioso, descubriendo un nuevo manjar. Yo hago lo mismo, qué delicia. Aprecio el calor del cuerpo de mi hombre por detrás, todo su equipo de sonido arde de excitación. Su polla serpentea juguetona, cual clavija RCA macho preparándose para conectarse a su hembra, acaricia mis nalgas con las manos, mientras el travieso rabo del Gato trata de colocarse en mi entrepierna, para explorar mi expectante escondrijo, dispuesto a dejarse conocer. ¡Qué pasada! ¡Menudo cosquilleo!


Mi hombre vuelve a taparme los ojos y me arranca las bragas. Me sube a nuestro columpio, un artilugio totalmente personalizado y diseñado por mi querido creador, que cuelga del bajo techo de la Cueva solo cuando nosotros lo deseamos. Me sienta boca arriba y coloca mis piernas y pies en los soportes que se enganchan a los ganchos del techo, y el pie queda encajado para permitirme hacer fuerza.

Los dos me tocan de nuevo, noto las cuatro manos recorrer mi cuerpo entero como si se hubieran puesto de acuerdo para no dejar parte alguna sin palpar. Mi hombre me besa, me besa con tanta efusión que me empapo todavía más. De repente, siento calor en mi sexo, una lengua cálida y mojada, suave y delicada comienza a jugar con los pliegues y el clítoris de mi carnosa flor. El cosquilleo invade mi cuerpo, transita por toda mi alma. ¡Joder…! No es mi Gentleman… ¡Es el GatoNegro…! Mi garganta emite un sonido gutural profundo, qué placer me está dando este hombre. Explora mi sexo con dedicación, saborea los labios, juguetea con el clítoris, degusta todo mi sexo, deslizando, a la vez, algunos de sus dedos por mi interior. Con la otra mano también me acaricia el cuerpo. Mientras tanto, las manos de mi DJ no dejan de tocar su disco favorito, soy toda suya. Sus labios y su lengua repasan mi silueta entera hasta llegar a mi boca. Me besa despacio, ofreciéndome su lengua ardiente y luego introduce su duro sexo empinado en mi boca. ¡Oh, madre mía! El Gato comiéndome el coño y yo degustando la polla de mi hombre, sedienta de mi saliva, más todas las manos que me tientan, me manosean y se deleitan de mi cuerpo; un delicioso jardín de recreo. ¡Joder, joder y joder! No tarda en invadirme el placer descomunal que me provoca el sexo oral y me corro en la boca del GatoNegro. Mi vagina se contrae espasmódicamente y de mi garganta sale un grito pornográfico que irrumpe en la sala. No dejo de masturbar a mi marido, que está ya casi a punto de explotar. Mi boca continúa dándole placer al brazo fonocaptor de mi DJ y a su aguja de diamante, mientras él no deja de tocarme, agarrarme del pelo y el GatoNegro continúa mimando mi piel, a la vez se masturba también y yo le acaricio como puedo. Mi Gentleman se corre encima de mí y siento su placer como si fuera mío, el detonante que provoca el orgasmo del Gato, quien maúlla y deja caer todo su líquido sobre mi cuerpo… sobre mis pechos, sobre toda mi piel, como me dijo que deseaba hacer…


Un sobresalto me hace regresar a este mundo. Joder, Lex, otro ensueño… Estás empapada… ¡Esto no puede ser!

 
 

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Solo me queda darte las gracias por leerme.


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